A arqueóloga e investigadora Laure Nonat, da Universidade de Pau (Francia), que actualmente realiza un novo traballo de investigación coodirixido dende a UVigo, ven de seguir con atención as novas da intervención realizada no círculo lítico de Lobeira.
Envíanos esta interesante colaboración que amplia os nosos coñecementos sobre as diversas manifestacións de círculos líticos na Península Iberica.
Merçi Laure!
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Cuando uno camina por los montes vascos es habitual encontrarse con los cromlechs, arquitectura singularmente original no sólo por su aspecto formal sino también por la espectacular panorámica visual que se tiene desde ellos. Esta arquitectura, no se limita tan solo al País Vasco Francés, sino que se extiende también por el País Vasco Español, llegando incluso hasta los Pirineos centrales.
En término de vocabulario, la denominación “cromlech” parece poco satisfactoria, ya que poco o nada tiene que ver con una arquitectura megalítica. Por eso, en la bibliografía especializada se utiliza el término vasco “baratze”, más adecuado a este tipo de yacimientos e interpretado en el sentido de “pequeño cercado”, al cual se le atribuye a veces una connotación ritual. Se trata por lo tanto de espacios circulares conformados por piedras o bloques de tamaño mediano. En el año 1995 se contabilizaban 216 baratze en el País Vasco Francés y 460 en la parte española (Blot y Raballand, 1995: 528)
Se distingue dos tipos arquitectónicos fundamentales que incluyen el círculo de piedra: los baratze y los tumulus-baratze. El “baratze” está formado comúnmente por un circulo de piedras o de lajas hincadas con un diámetro medio de entre 4 y 7 metros y por un anillo interno pero de tamaño más modesto. Así mismo, y antes de disponer los diferentes elementos arquitectónicos que van a conformar el conjunt
o de la estructura, su espacio de ocupación es objeto de preparación (limpieza de la vegetación, nivelación). Normalmente, en el espacio central del círculo se dispone la estructura principal, en la que se diferencian tres formas constructivas: una caja de lajas o losas de forma rectangular, a modo de cista; pequeños bloques de piedras dispuestos en forma de “herradura”; acumulación de piedras en domo. En algunos casos, solo se observa la presencia de una o dos piedras.
Por su parte, los “tumulus-baratze”, como su nombre indica son túmulos frecuentemente de tierra contenidos o delimitados por un círculo de piedra de un diámetro superior a los anteriores, de 6 a 7 m y una altura comprendida entre los 0,30 y 0,70 m. Los demás elementos arquitectónicos son idénticos a los encontrados en los “baratze” y se organizan de modo similar.
En la mayoría de los dos tipos arquitectónicos, se deposita una cantidad pequeña de cenizas o carbones de madera y en escaso casos
fragmentos de huesos humanos calcinados. Ese depósito puede estar dispuesto en el interior de la cista, bajo el domo o incluso a veces directamente sobre el suelo, y parecer reflejar una vinculación con el rito de incineración, aunque el hecho de que tan solo se depositen en las estructuras una ínfima parte de los restos quemados, parece responder más bien a un acto simbólico que a un verdadero proceso de deposición funeraria de tipo secundaria. Por eso mismo, y por la escasez y pobreza del mobiliario encontrado frente a construcciones que indican en algunos casos, una cierta meticulosidad, autores como J. Blot, consideran a los monumentos en cuestión más como “cenotafios” que como verdaderas sepulturas.
La implantación topográfica de esos yacimientos se corresponde por orden decreciente con los collados, líneas de cresta y flancos de montaña. Pueden aparecer de forma aislada pero también agrupada, formando verdadera necrópolis (Okabe, región de Iraty o Zaho, Alduldes). Un aspecto a destacar en las agrupaciones es su organización por tipos de arquitecturas, así como la posición privilegiada que se le otorga a los monumentos más cuidados o relevantes, ocupando los enclaves más destacados y de mayor relevancia visual del paisaje. Parecen vincularse claramente con las vías de trashumancias y en consecuencia con las actividades pastoriles.
En cuanto a su adscripción cronológica, las diferentes dataciones radiocarbónicas obtenidas indican que esos monumentos se erigen en el Bronce Medio, perdurando hasta el final de la segunda Edad del Hierro, y en algunos casos incluso hasta época histórica. Por último y a modo de reflexión, el rito de incineración, aunque ya hay indicios de su aparición al final del Calcolítico (como ejemplo podemos citar el túmulo de piedras Irau 4 de la región d’Iraty) en el país vasco francés, parece indicar a través de la erección de los círculos de piedras, la integración de un nuevo simbolismo donde el cuerpo y su esencia material tiende a perder su importancia frente a nuevos valores que por desgracia todavía se nos escapan.
Bibliografía:
BLOT, J. (1993): Montaña y Prehistoria Vasca. Eds. Elkar. San Sebastian.
(1989): “Le tumulus Irau IV (compte-rendu de fouilles 1988)”. Munibe, n°41, San Sebastian, pp.93-99.
(1997): http://hedatuz.euskomedia.org/1725/1/07047058.pdf, [consultado en Noviembre 2010] :“Les sépultures à incinérations en Pays Basque Nord”.
BLOT, J. y RABALLAND, C. (1995): « Contribution à l’étude des cercles de pierres en Pays Basque de France ». Bulletin de la Société Préhistorique française, tomo 92, n°4, pp. 525-548.
Le blog de Jacques Blot : http://jacquesblot.over-blog.com/
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